Hace unas semanas suspendí temporalmente mi participación en las redes
sociales. Por un lado, la razón fue la nostalgia. La nostalgia de aquellos años
en que no vivíamos hiperconectados, sin la necesidad de compartir a cada
minuto, con un sinnúmero de personas nuestros pensamientos y vida. El
experimento me resultó en parte divertido y debo admitir incluso que me he
concentré mejor en mis actividades diarias de estudio. Evidentemente, esta
explicación resulta arbitraria e incluso egoísta. Por otro lado, considero que
me sentí saturado de contenidos y cansado de la lógica de compartir
pensamientos y actividades frenéticamente.
Ante ello, recordé un libro que leí y estudié en una de las clases del estimado maestro Miguel González Madrid en la universidad: Hommo Videns,
del pensador italiano Giovanni Sartori. La tesis fundamental de esta obra parte
de la centralidad de la televisión en el mundo contemporáneo. Sartori afirma
que el tele-ver transforma al homo sapiens en
un homo videns. Observa con preocupación el surgimiento del video-niño:
un ser humano educado, en primera instancia, en el tele-ver. La
tesis central de la obra es que la televisión es también un instrumento
antropogenético y a la vez es paideía: instrumento de educación y
formación del niño y el joven. La televisión, nos dice Sartori, pondera lo
inmediato, lo sensitivo, lo pasional, aunado a que es administrada y
programada, en su mayor parte, por personajes incultos. El video-niño será
un futuro hombre que no lee, “sordo de por vida a los estímulos de la lectura y
el saber transmitidos por la cultura escrita”. El homo videns es
un ser social con atrofia cultural, con déficit de capacidad racional y
cognoscitiva. Sartori es brutal en la definición del video-niño, su
intención es, por una parte, prevenir a los padres de los riesgos de la
televisión, aunque no frenar el actual proceso multimedia.