Salvador Dalí, Modern Rhapsody - The Seven Arts, 1957 |
La modernidad, época histórica cuya génesis se encuentra en el siglo XVI, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, el Renacimiento y la Reforma, se constituyó hacía el siglo XVII como un proyecto fundado en la libertad subjetiva del individuo, impulsado por el contexto cultural de la Reforma, la Ilustración y la Revolución francesa. Bajo el paradigma del racionalismo cartesiano, se concedió una función determinante al ámbito racional del hombre, que sería guiado por los principios de libertad e igualdad. El proyecto de la modernidad superaría a la ignorancia y la servidumbre por la constitución del individuo como ciudadano ilustrado. Así mismo, la consolidación del Estado-Nación y la Revolución Industrial en el siglo XIX, constituyen el referente del corolario de la modernidad: la fe en el progreso, espíritu que recorre la filosofía de Hegel y el positivismo decimonónico. Racionalidad instrumental, individualidad, secularización, burocratización, capitalismo, producción científico-técnica, industrialización, urbanización y progreso, son palabras que caracterizan a la modernidad y al proceso de modernización.
José Lira, México, Junio, 2011.
En términos estéticos, se han declarado distintas cesuras: El abandono de la perspectiva lineal en la pintura de Paul Cezanne; la teoría del arte de Charles Baudeleaire y la declaración de la muerte del arte por Hegel, en el sentido de que éste no sería más norma ni criterio de lo absoluto, de modo que se ha liberado de sus sujeciones sociales y religiosas. En todo caso, el modernismo careció de un programa unitario, incluyendo tendencias contradictorias como el cubismo, el constructivismo, el impresionismo, el dadaísmo, el futurismo y el superrealismo. En términos arquitectónicos el espíritu de la modernidad se materializó con el surgimiento del Art Nouveau, que empleó elementos industriales como el ladrillo rojo y las estructuras de hierro, representación en clave futurista de los logros de la ciudad en términos de industria y progreso. Más adelante, este modernismo arquitectónico sería continuado por Frank Lloyd Wright, Adolf Loos, Le Corbusier en Francia y la escuela de la Bauhaus en Alemania, empleando nuevos materiales como vidrio, hierro, acero y cemento, inaugurando el Estilo Internacional. El último director de la Bauhaus, Mies Van der Rohe se considera el creador de la gramática arquitectónica moderna, que en Chicago implantó el modelo de edificio de estructura de hierro y vidrio, arquetipo del horizonte de la ciudad moderna del siglo XX.
Tempranamente, surgieron voces de advertencia sobre las consecuencias de la modernización: Marx (alienación y explotación), Durkheim (anomia), Weber (racionalización y burocratización), Simmel (aislamiento y fragmentación social), Sören Kierkegaard (filosofía de la angustia y crítica al industrialismo) y Friedrich Nietzsche (muerte de Dios-nihilismo). La representación estética de este malestar está expresada por el cuadro de Edvard Munch El Grito: alienación, anomia, soledad y fragmentación social. Esta sensibilidad de crisis de la modernidad es el sustrato radicalizado por la filosofía posmoderna. El paradigma posmoderno, después de declarar la muerte del proyecto ilustrado y el descrédito de los «grandes relatos», lleva acabo la dionisíaca fabulación del mundo. En el pensamiento de Lyotard la fábula posmoderna es esta descripción la muerte de las metanarraciones, que tiene como moraleja el fin de la política y un horizonte en el que el hombre no ocupa un lugar central.
Entonces, la historia llega a su fin. El mundo como fábula, constituido tras la liquidación del proyecto ilustrado, de la era de la muerte de la metafísica, de la muerte de los metarrelatos, es una época en el que el sujeto apático y apolítico predomina bajo el cuestionamiento a la misma naturaleza humana respecto a la capacidad del ser humano para cambiar. Los grandes proyectos colectivos se ausentan junto con la política, al tiempo que la sociedad de consumo, el individualismo, la pospolítica y el desastre ecológico se consolidan. El mundo como fábula, como muerte de la historia y de las metanarraciones representa al mismo tiempo la muerte de la ética y la política. El mundo como fábula es una noche, como cree Alain Badiou, una noche que llega cuando la política se ausenta y todo principio de alternativa desaparece en el horizonte. Este es el posmodernismo neoconservador, como lo vio Habermas, que no elabora una crítica a la sociedad de consumo, ni concibe la pertinencia ni la vigencia de tal crítica, en un discurso revestido de una ironía escéptica.
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