Texto: Kleingeld, Pauline (2004): Approaching Perpetual Peace: Kant´s Defense of a League of States and his Ideal of a World Federation. European Journal of Philosophy 12: 304-325. Traducción al español por José Lira Rosiles, con fines exclusivamente académicos. Artículo: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.0966-8373.2004.00212.x/abstract
Aproximación a la Paz perpetua: La defensa de Kant de una liga de Estados y su ideal de una federación mundial.
Pauline Kleingeld.[1]
La visión estándar de la posición de Kant en las
relaciones internacionales es que él propone una liga voluntaria de Estados y
rechaza el ideal de una federación mundial de Estados como peligrosa, poco
realista y conceptualmente incoherente. Esta visión estándar domina tanto en la
literatura kantiana como en los debates entre los teóricos políticos kantianos.
Sin embargo, precisamente John Rawls y Jürgen Habermas, por ejemplo, podrían
discrepar sobre si Kant está en lo correcto al defender una asociación
voluntaria de Estados, su controversia está en la interpretación estándar de la
posición de Kant. En El derecho de gentes,
la apelación de Rawls a las razones afirmadas por Kant para rechazar el ideal
de un gobierno mundial, sirve como un atajo teórico, liberándolo de la tarea de
discutir la conveniencia de una federación mundial de Estados.[1] En el ensayo de Habermas de 1995
sobre la Hacia la paz perpetua de
Kant, el argumento para transformar a las Naciones Unidas en una democracia
cosmopolita con poderes coercitivos fortalecidos está precedido por un largo
argumento que muestra que la posición de Kant en Hacia la paz perpetua está lleno de contradicciones y que los
propios principios de Kant deberían permitirle argumentar a favor de un Estado
federativo de Estados con poderes coercitivos.[2]
En este ensayo argumento que la visión
estándar de la posición de Kant está equivocada y que él, en realidad, sostiene
una tercera posición que combina la defensa de una liga voluntaria con un
argumento a favor del ideal de una federación mundial con poderes coercitivos.
Hago esto a través de un análisis de las tres principales críticas que
usualmente son alineadas contra Kant. Estas críticas pueden ser encontradas a
través de la literatura de Kant y en las obras de los oponentes de Kant, pero
son particularmente centrales en los recientes intentos de usar Kant contra
Kant para propugnar el establecimiento de un gobierno mundial. Primero, él es
criticado por reducir, con fundamentos empíricos, el ideal de un Estado de
Estados a la de una liga voluntaria no coercitiva de Estados, mientras que
permanece sosteniendo que la razón práctica pura demanda un Estado de Estados.
Los críticos acusan que la coherencia demanda que él propugne por un Estado
federativo de Estados con poderes coercitivos, y que la apelación de Kant al
hecho de que los Estados no quieren
unirse a tal institución constituye, sin duda, un argumento no kantiano.[3] Segundo, los críticos objetan que un
Estado de Estados no es una contradicción en los términos y, por tanto, que
Kant no lo debería haber rechazado, fundamentando así una incoherencia conceptual.[4] Tercero, con frecuencia los críticos
objetan que una simple liga no ayudaría a conseguir la paz porque no hay
diferencia práctica entre una liga voluntaria no coercitiva y ninguna liga en
absoluto.[5]
Aquí defiendo a Kant contra aquellas
tres acusaciones, y argumento que ellas descansan en una incorrecta
interpretación del argumento de Kant de una liga de Estados, en particular en
una incorrecta interpretación de la relación entre su defensa de la liga de
Estados y su afirmación de que la razón demanda un Estado de Estados. Kant
propugna el establecimiento de una liga de Estados no coercitiva,[6] por lo menos en sus obras políticas
de madurez (tal como la Paz perpetua
y Metafísica de la moral), pero él lo
hace por razones que constituyen un buen juicio dentro de la estructura de su
teoría política y que son compatibles con el ideal más fuerte de un Estado de
Estados.
Aunque el argumento presentado aquí
concierne a la interpretación de la teoría de la paz de Kant, tiene
implicaciones para ambas líneas de teóricos políticos kantianos mencionados
arriba. Contra aquellos quienes afirman que su exhortación para un Estado
federado de Estados con poderes coercitivos es simplemente un perfeccionamiento
kantiano del propio argumento de Kant, muestro que las razones de Kant para
propugnar por una liga voluntaria en lugar de un Estado de Estados no son
inconsistentes y merecen ser tomadas seriamente. Contra aquellos quienes usan a
Kant, como por ejemplo Rawls lo hace, para justificar el evitar una discusión
del ideal de un gobierno federal mundial, muestro que, de hecho, es inapropiado
hacer eso.
En la primer sección muestro por qué
exactamente Kant sostiene que los Estados en el estado de naturaleza no tienen
un derecho a obligar a otros Estados dentro de un Estado de Estados contra su
voluntad, aunque la analogía del Estado de naturaleza entre individuos podría
parecer requerir tal como derecho. En la segunda sección argumento que Kant no
considera el Estado de Estados como conceptualmente contradictorio y que su
propia defensa del ideal de un Estado de Estados es compatible con su visión de
la soberanía estatal. En las secciones tercera y cuarta, explico cómo, de
acuerdo con Kant, la liga voluntaria de Estados sirve para traer un Estado de
Estados cerca de la realización, a pesar de que la liga carece de autoridad
coercitiva. Finalizo indicando cómo una visión revisada de Kant puede hacer
productivos los propósitos filosóficos para la actualidad, sugiriendo varias
correcciones a las actuales teorías políticas kantianas.
Antes de comenzar, debo hacer un
comentario terminológico sobre el uso de “Estados” y “pueblos”. Es claro e
incuestionable que Kant está discutiendo las relaciones entre Estados, no
naciones o pueblos, en un sentido étnico, cultural o nacionalista. El término “Völkerstaat” hace referencia a un Estado
de Estados, a pesar del hecho de que “Volk”
es generalmente mejor traducido como “pueblo”. En ninguna parte Kant propugna
por la disolución de los Estados existentes en favor de la formación de un sólo
Estado mundial bajo el cual los individuos podrían ser directamente subsumidos.
En el caso presente, Kant utiliza el término “pueblo” en el sentido político de
un grupo de individuos quienes están unidos bajo leyes comunes, por tanto son
quienes forman un Estado (cp. PP VIII, 344). En consecuencia, Kant señala en el
inicio de su discusión sobre el derecho internacional[7], en Hacía la paz perpetua, que él discute a los “pueblos como Estados”
(Völker als Staaten) (354), y en la
subsecuente discusión él refiere indistintamente a una liga “de Estados” y una
liga de “pueblos”. En otro lugar, Kant observa que el “derecho de los pueblos”
(Völkerrecht, international law) es un nombre poco apropiado y que el término
apropiado podría ser “derecho de Estados” (Staatenrecht,
MM VI, 343; un pueblo con un supuesto linaje común que él llama un “Stammvolk”, MM VI, 311). Para mantener
la discusión debajo centrada en las relaciones entre “pueblos como Estados” y evitar los malentendidos
nacionalistas, y usar “Estado de pueblos” como sinónimo de “Estado de Estados”.
Esto no debería conducir a un malentendido estatista. Uno debería tener en cuenta
que Kant concibe al Estado como la auto-organización política de un grupo de
individuos y que él no considera los derechos otorgados al Estado como
independientes de los derechos de estos individuos.
I.
El despotismo potencial de un Estado de Estados establecido coercitivamente
Uno de los pasajes más conocidos en el
que Kant defiende el establecimiento de una liga en lugar de un Estado de
Estados es el siguiente:
“Como concierne a las relaciones entre
Estados, de acuerdo con la razón no puede haber otra forma para ellos que
emerger desde una condición sin ley, que contiene sólo guerra, a renunciar, así
como hacen los seres humanos individuales, a su libertad salvaje (sin ley, lawless), y acostumbrarse a sí mismos a
las leyes públicas y obligatorias, y de este modo formar un (constantemente en
expansión) Estado de pueblos (Civitas gentium), el cual podría
finalmente constar de todos los pueblos de la tierra. Pero ellos no buscan esto
en lo absoluto, de acuerdo con su concepción del derecho de gentes (por tanto,
rechazando in hypothesi lo que es
correcto in thesi);[8] por lo tanto, en lugar de la idea
positiva de una república mundial (si
no todo se ha perdido) solo el negativo,
sustituto de una liga [Bund] perdurable y en constante
expansión, que evite la guerra y que pueda detener el flujo de las
inclinaciones de evitar la ley y comportare hostilmente, pero con una constante
amenaza de su evasión… (PP VIII, 357).
Aquí Kant menciona el Estado de Estados (“Estado de pueblos”) como una idea de la razón. La visión de que el
estado de naturaleza entre los individuos puede ser vencido solo subjetivándose
a sí mismos en las leyes públicas en un Estado es central para la teoría
política de Kant. En el pasaje citado, él afirma que la razón demanda que los
Estados realicen lo mismo y abandonen el estado de naturaleza internacional
renunciando a su soberanía externa, subjetivándose a sí mismos en las leyes públicas de un Estado de Estados
(también llamado una “república mundial”). Para la consternación de sus
lectores, sin embargo, Kant propone el establecimiento de una liga voluntaria
de Estados sin fuerza coercitiva legal.
El pasaje es generalmente considerado
como inconsistente, y su interpretación estándar conduce directamente a la primera objeción contra la
defensa de Kant de la liga de Estados. Algunos comentadores critican a Kant,
otros lo elogian por limitarse a que lo que la razón demanda sobre las bases de
la consideración empírica es que los Estados no buscan ingresar a un Estado de
Estados. Pero todos concuerdan en que este argumento es decididamente un
movimiento no kantiano.[9] Kant es visto como argumentando que
la idea de un Estado de Estado es buena en teoría pero poco realista en la
práctica, y este es exactamente el tipo de argumento que él mismo repudia
repetidamente, de modo más notable en Sobre
el dicho común: esto puede ser verdad en la teoría, pero no es la práctica.
Me gustaría proponer que la
importancia de que los estados busquen ingresar
a un Estado federativo de Estados puede y debería ser interpretado
diferentemente, y que su negativa a ingresar es una buena razón para Kant, dado
sus otros compromisos teóricos, a proponer el establecimiento de una liga
voluntaria. Permítaseme señalar primero que Kant no dice (como él es a menudo
pensado) que uno debería rechazar la
idea de un Estado de Estados. Tampoco él afirma que los Estados nunca querrían ingresar a tal cuerpo. Lo
que él dice es que porque los Estados no
quieren ingresar a un Estado de Estados y (mal) interpretan el derecho
internacional como un derecho a permanecer en el Estado de naturaleza, como un
cuerpo que no es capaz de “detener el flujo de la evasión de la ley y las
inclinación a la hostilidad” que es la característica del estado de naturaleza,
y que la única cosa que puede detenerlo
es una liga en continua expansión. Por lo tanto, él afirma, una liga, no un
Estado de Estados, es necesaria para el propósito de abandonar el estado de
naturaleza (para “detener el flujo…” de belicosidad). Kant se nos presenta con
una visión de cómo comenzar a abandonar el estado internacional de naturaleza;
él no dice que deberíamos rechazar por definición la idea de una república mundial.
De hecho, Kant defiende el Estado de
Estados como ideal no solo en la cita discutida aquí, sino también en otros, a
menudo ignorados, pasajes. En Hacia la paz
perpetua, él expresa la esperanza de que “partes distantes de el mundo
puedan pacíficamente entrar en relaciones entre sí, relaciones que pueden
finalmente convertirse en públicamente legales y traer así finalmente a la
humanidad cada vez más cerca de una constitución cosmopolita” (PP VIII, 358).[10] Él escribe que la justicia requiere
“una constitución interna del Estado en concordancia con los principios puros
del derecho, y aún más, no obstante, la unión de este Estado con otros próximos
o también Estados distantes, con el propósito de un acuerdo legal de sus
conflictos” (PP VIII, 379). Similarmente, él escribe en Metaphysics of Morals, que antes de que los Estados abandonen el
Estado de naturaleza todo derecho internacional es meramente “provisional”, y
que el derecho internacional puede acercarse a contener definitivamente y
establecer una verdadera paz perpetua sólo “en una unión universal de Estados [Staatenverein] (análogo a aquel en el
que un pueblo se convierte en Estado)”, un cuerpo que Kant aquí llama También
un “Estado de pueblos” (Völkerstaat,
MM VI, 350).
Volviendo ahora a la cuestión de cómo
armonizar la propuesta de Kant de una liga
de Estados con su defensa del Estado de Estados como un ideal, comienzo con
unas pocas palabras acerca de la analogía entre el Estado de naturaleza entre
individuos y aquel entre Estados. Muchos comentaristas afirman que porque Kant
mantiene que el Estado de naturaleza entre individuos puede ser superado sólo
por el establecimiento de un Estado con leyes comunes y una aplicación de la
ley, él debería también usar al Estado como el modelo para superar el Estado de
naturaleza internacional.[11] Por tanto, él debería
haber propuesto una federación de Estados con leyes públicas coercitivas y que
los Estados otorgaran la autoridad para obligarse mutuamente a entrar a un
Estado federal de Estados.
De modo interesante, en los textos de
la década de 1780 (como Idea para una
historia universal en sentido cosmopolita), Kant mismo defiende su
interpretación fuerte de la analogía entre los dos estados de naturaleza (cp.
VIII, 24-5). Pero él después se percata de que la analogía falla en un aspecto
importante. Como resultado, él abandona esta temprana visión, rechazando
explícitamente que la analogía opere lo suficientemente profundo como para
producir una defensa de un Estado de Estados como un problema del derecho
internacional (derecho de los pueblos).
La no analogía, él escribe en la Hacia la paz perpetua, es que “los
Estado tienen ya una constitución legal interna, y así ellos han sobrepasado la
coerción de otros para someterlos a una constitución legal más amplia de
acuerdo con su (concretamente otros) concepción del derecho” (PP VIII, 355-6).
Este pasaje es enigmático, y la metáfora del aumento de Kant no es útil. Uno
podría estar tentado a invocar el
segundo y quinto artículos preliminares en la Hacia la paz perpetua, que formulan versiones de el principio de
no-interferencia. Pero una apelación a este principio no explica aún por qué Kant lo considera como
incorrecto coercionar a los Estados a ingresar a un Estado de Estados,
especialmente dado que él también cree que un Estado de Estados es mandando por
la razón práctica.
Hay, sin embargo, un modo de entender
la importancia de los Estados buscando ingresar
que hace un buen sentido con los pasajes problemáticos y que explica en qué
sentido los Estados han “superado” la coerción de otros. Esta lectura es más
plausible que la visión estándar porque no requiere que consideremos a Kant
como abiertamente contradictorio consigo mismo en uno y el mismo parágrafo, y
que en su lugar nos permite encontrar una línea coherente de argumentación que
es apropiada con otros principios mayores de la teoría de Kant.
Cuando los individuos salen del estado de naturaleza, el Estado que ellos
forman podría no ser perfecto. Kant cree que eso es siempre mejor que el estado
de naturaleza que ellos dejan atrás –porque, en su visión, cualquier condición
jurídica, incluso una que sólo parcialmente esté en concordancia con principios
de derecho, es mejor que ninguna en absoluto-[12], aunque podría (y es
probable) ser el caso que los individuos más poderosos o grupos legislen y
gobiernen en un modo despótico. (Kant también espera, no obstante, que tal
Estado despótico puede transformarse por sí mismo a una república, y que esta
mejora está impulsada por el auto-interés de los pueblos y sus gobernantes, si
no por su buena voluntad).[13]
En el nivel internacional, sin
embargo, la situación es muy diferente. Cuando los Estados salen del Estado de naturaleza, un Estado de Estados con
poderes coercitivos no es necesariamente mejor, en términos de derecho, que el estado de naturaleza
internacional. Hay una importante diferencia que explica por qué Kant propone
una voluntaria y no coercitiva liga en lugar de un coercitivo Estado de
Estados.
La diferencia sale a la luz cuando uno
se percata que los Estados que ceden un derecho a forzar a otros Estados dentro
de una federación con poderes coercitivos, podría significar, de modo análogo,
el derecho de los individuos a forzar a otros dentro de un Estado, por
analogía, que el Estado más fuerte (o grupo de Estados) podrían terminar
estableciendo los términos, sometiendo a otros Estados dentro de sus leyes e
intereses. Kant cree que en el caso de individuos abandonando el Estado de
naturaleza, existe un progreso incluso si el Estado recientemente formado es
despótico. En el caso de los Estados que abandonan el estado de naturaleza, por
contraste, un Estado despótico de Estados podría anular cualquier derecho ya
existente que son asegurados internamente por los Estados sometidos, y por
tanto un Estado despótico de Estados puede violar severamente la libertad
legal. Después de todo, no existe razón para asumir que el Estado más fuerte (o
grupo de Estados) actúa en concordancia con los requerimientos del derecho (o
que actúa más que los Estados
dominados). Los Estados con menos poder podrían ser los únicos que están más de
acuerdo con la justicia. El Estado de Estados podría estar gobernado por leyes
que son inconsistentes con la libertad (autonomía) de los Estados miembros, y
un despótico Estado federal de Estados podría, por ejemplo, destruir las
instituciones “republicanas” a través de las cuales los ciudadanos de un Estado
miembro particular se dan leyes a sí mismos.[14]
Todavía no parece que el riesgo de
malas consecuencias sea en sí mismo la razón de por qué Kant objeta coercionar
a los Estados reticentes dentro de una federación. Kant no dice que esto, y de
hecho si así fuera, podría llevarle a la objeción de que esta línea
consecuencialista de argumentación podría comprometerlo a respaldar casos en
que un grupo de poderosos Estados “republicanos” y respetuosos de los derechos
obligan coercitivamente a Estados despóticos reticentes dentro de la
federación. Después de todo, tal coerción podría ampliar la libertad externa de
la población de tales Estados despóticos y ello podría parecer que si el riesgo
de la libertad es una razón para no coercionar a los Estados justos dentro de una federación,
la oportunidad de expandir la libertad podría ser una razón para coercionar a
los Estados injustos. Pero esta es una estrategia que Kant claramente no
respalda.
Qué explica la importancia de los
Estados que buscan ingresar, y qué
encuentra apoyo en los textos, es la visión de Kant del Estado ideal como la
unión de individuos con el propósito de existir bajo leyes comunes que se han
dado a sí mismos, con la convicción de que obligar a los Estados a ingresar a
un Estado de Estados contra su voluntad, podría violar la autonomía de esos
individuos así como la autonomía del pueblo que ellos componen colectivamente.
Kant considera al Estado principalmente como uniones de individuos, e
idealmente como uniones republicanas de individuos políticamente autónomos
(i.e., auto-legisladores). Obligarlos dentro de un Estado de Estados podría ir
en contra de la idea básica de la forma de gobierno como una unidad de
auto-determinación y auto-legislación.
Esto es ilustrado de modo más claro
por los casos en que un Estado despótico de Estados podría destruir derechos y
libertades asegurados dentro de los Estados relativamente justos. Pero ello se
mantiene cierto incluso en casos en que la coerción está prevista en nombre del
propio bien de la población. Incluso si parece que los ciudadanos de Estados
brutalmente opresivos podrían preferir vivir bajo una federación republicana
más que sus gobernantes opresivos, y por lo tanto que su autonomía podría
servir para coercionar a su Estado a una federación, ello podría ser de hecho
que lo que ellos realmente quieren es estar en la posición de decidir por ellos
mismos en esta materia. Las personas bien podrían querer liberarse de su
tirano, pero de ello no se sigue que ellos quisieran ingresar a un Estado
particular de Estados con su particular concepción de la justicia. Así, una
inclusión coercitiva de un Estado por el bien de la población desciende
esencialmente a una línea paternalista de razonamiento que no considera la
autonomía política de las personas a las que pretende servir, y las objeciones
de Kant al paternalismo son bien conocidas. Los individuos dentro de los
Estados despóticos podrían no querer ingresar al Estado coercitivo (o grupo de
Estados) en últimos términos. Esto está también ilustrado por los varios
intentos fallidos de parte de Estados fuertes que se comprenden a sí mismos
como “republicanos” o “democráticos” a imponer su versión de republicanismo o
democracia en las poblaciones de, hasta el momento, Estados despóticos –esta
fue la experiencia de, por ejemplo, la Francia revolucionaria a fines del siglo
dieciocho, y también de la Unión Soviética y los Estados Unidos en el siglo
veinte.
Esto parece ser lo que significa en el
pasaje, citado ya arriba, en el que Kant afirma que los Estados han
“sobrepasado la coerción de otros para someterlos a una constitución legal más
amplia de acuerdo con sus (concretamente ‘otras’) concepciones del derecho” (PP
VIII, 355-6). Esta afirmación no menciona los riesgos, sino más bien indica que
la autonomía de los individuos hace que los Estados coloquen limitaciones
normativas en el camino de los Estados que salen del Estado de naturaleza
internacional.[15]
Así, no hay paralelo en el nivel internacional de un derecho que es otorgado a
los individuos en el estado de naturaleza, concretamente, del derecho de
obligar a otros individuos o cualquiera a entrar dentro de un Estado con ellos
o dejarlos solos (comp. PP VIII, 349, nota).
El punto de Kant no es que un Estado
de Estados sea más probable de ser despótico (o probablemente ser más
despótico) que sus Estados constitutivos. Más bien, su punto es que los
supuestos de partida en el estado de naturaleza entre individuos son
relevantemente diferentes de aquellos en el caso del estado de naturaleza entre
Estados. En el primer caso, uno comienza con un universal estado de naturaleza,
mientras que en el segundo caso el estado de naturaleza existe solo en las
relaciones externas entre Estados que internamente tienen ya un estado civil.
Obligar a individuos a abandonar el
estado de naturaleza con el fin de someterlos a leyes civiles comunes conduce
sólo a mejorar (en los términos normativos de Kant), porque establece una
condición civil donde no había ninguna. Obligar a los Estados existentes dentro de un Estado de Estados con poderes
coercitivos, por el contrario, viola la autonomía de su población (y podría
también conducir a violaciones de derechos y libertades que han asegurado
dentro de su Estado). Por lo tanto, no existe derecho a coaccionar a los Estados
reticentes dentro de un Estado de Estados. Como Kant lo establece en los Vorarbeiten, a los Estados se les
permite resistir los intentos de otros para forzarlos a ingresar a un Estado
federativo de Estados porque dentro de ellos la ley pública ha sido ya
establecida, mientras que en el caso de
los individuos dentro del estado de naturaleza nada de eso toma lugar” (XXIII,
168).
El argumento de Kant no depende de
algún supuesto particular sobre la motivación de los Estados para evitar
ingresar al Estado coercitivo de Estados. Esto es válido independientemente de
si la razón de los Estados para no ingresar es el intento consciente de
proteger la autonomía política de sus ciudadanos en relación con un existente
Estado de Estados internamente despótico, o la adscripción auto-interesada o
pertinaz de los Estados de su soberanía externa sobre las bases de una visión
equivocada del derecho internacional. Además, ello se aplica tanto a los
Estados que cumplen con los principios del derecho en un grado escaso, como a
aquellos que son repúblicas casi perfectas. El punto de Kant, acentuando la diferencia,
no es defender el aislacionismo o las políticas auto-interesadas de los Estados
imperfectos; más bien, el punto es que no existe un derecho general a obligar a
los Estados reticentes a ingresar dentro de un Estado de Estados. Esto no
implica que él apruebe el aislacionismo o las políticas exteriores
auto-interesadas, por supuesto, y uno debería tener en mente que Kant también
espera que el deber demanda que los Estados ingresen a una liga de Estados con
vista a promover la paz internacional, así ellos deben hacerlo aunque ellos no deberían ser forzados a hacerlo.
Es importante notar aquí que los
comentaristas que critican a Kant por minimizar la importancia de la analogía
entre el estado de naturaleza entre individuos y aquella entre Estados, a
menudo fallan en tomar seriamente los problemas relacionados con una analogía
estricta. La mayoría de ellos contradictoriamente permiten un ingreso y una
secesión voluntarios. Los pocos autores quienes siguen la supuesta analogía a
su conclusión lógica exponen los peligros relacionados con esta visión. De
acuerdo con Thomas Carson, por ejemplo, en un ensayo titulado “Paz perpetua: Lo que Kant debió haber dicho”, ni la democracia o el consenso son
requeridos para la creación de un Estado de Estados:
“Si…la creación de un gobierno mundial
podría requerir que todas las naciones tengan formas de gobierno “republicanas”
o democráticas, entonces las posibilidades para la creación de un gobierno
mundial no son buenas. Podría parecer improbable que todas las naciones podrían
alguna vez estar de acuerdo en una forma particular de gobierno. Pero esto no
es necesario para la creación de un gobierno mundial. Podría ser suficiente si
todos los grandes poderes (o todos los poderes nucleares) concuerdan con la
idea de un Estado mundial. Ellos podrían entonces unirse y obligar a otras
naciones a ingresar”.[16]
Si el Estado de Estados está
fundamentado en el puro poder de unos pocos Estados con el arsenal que pueda
obligar a todos los otros, es claro que la autonomía política de los ciudadanos
de los Estados que son así obligados se ha evaporado, y que la naturaleza
despótica de este proceso es evidente.[17] Kant tiene buena razón
entonces, dado sus compromisos más amplios, para no propugnar la formación
coercitiva de un Estado de Estados y propugnar mejor por una liga.
Creo que esta lectura del argumento de
Kant hace un buen juico del pasaje citado al comienzo de esta sección, pero lo
hace en un modo que se aparta de la visión común que Kant estableció para una
liga más que un Estado de Estados sobre fundamentos “realistas”. De hecho, Kant
nunca renuncia al ideal de un Estado federal de Estados por razones de
viabilidad. En vez de ello, su defensa de una liga de Estados está inspirada
por una preocupación de que un Estado de Estados que es establecido a través de
la coerción de los Estados reticentes, se opone a la autonomía política de los
ciudadanos de los Estados miembros. Una paz verdadera y durable ciertamente
requiere que los Estados formen un Estado de Estados (por analogía con la
formación de un Estado), pero Kant niega que el modo de conseguir este objetivo deba ser análogo también. La visión
positiva de Kant de cómo esta meta debe y puede ser conseguida se aclarará en
las secciones abajo III y IV.
II.
Soberanía y la importancia del desarrollo político y moral
Kant expone un segundo argumento en
favor de una liga de Estados (y en contra de forzar a los Estados dentro de un
coercitivo Estado de Estados). Ello es también generalmente pensado como
altamente problemático, aunque argumentaré que esta crítica descansa en una
malinterpretación.
En un importante pasaje, en el inicio
de su discusión del principio del derecho internacional, Kant parece rechazar
el establecimiento de un Estado de Estados citando una “contradicción” que
podría entonces resultar:
“Los pueblos, como los Estados, pueden
ser juzgados como seres humanos individuales quienes, cuando en el estado de
naturaleza (esto es, cuando ellos son independientes de leyes externas), se
dañan los unos a los otros estando cerca los unos de los otros; y cada uno de
los cuales, en nombre de su propia seguridad, pueden y deben exigir al otro que
ingrese con él dentro de una constitución, similar a una civil, bajo la cual
son garantizados sus derechos a cada uno. Esto podría constituir una federación
o liga de pueblos [Völkerbund], la
que no podría, sin embargo, necesitar ser un Estado de pueblos.[18] En ello podría situarse
una contradicción, porque todo Estado supone la relación entre un superior
(quien legisla) con un inferior (quien obedece, concretamente, el pueblo),
mientras que muchos pueblos dentro de un Estado podrían formar un solo pueblo,
lo cual contradice la presuposición (porque nosotros debemos considerar el
derecho de los pueblos en relación con uno al otro, desde el momento en que
ellos hacen muchos diferentes Estados y no deberían unirse dentro de un Estado
único)” (PP VIII, 354).
Los intérpretes a menudo asumen que la
frase de Kant “en ello podría situarse una contradicción” refiere a una
incoherencia conceptual de la noción misma de un Estado de Estados.[19] En su extensamente
utilizada traducción, H. B. Nisbet refuerza esta suposición traduciendo la
cláusula como sigue: “a mi modo de ver la idea de un Estado internacional es
contradictoria, porque…”.[20] De acuerdo con esta
lectura, Kant lo considera como parte del concepto de un Estado que tiene
completa soberanía. Si los Estados fueran a ingresar a un Estado de Estados
ellos podrían tener que renunciar a su soberanía y, por tanto, cesar de existir
como Estados en el sentido propio del
término. Abolir su estatus como Estado en el acto de ingresar, los Estados
podrían de hecho formar solo un Estado único,
y no un Estado de Estados, y por
tanto, Kant piensa en argumentar que la misma idea de un Estado de Estados es
contradictoria.
Sobre las bases de esta
interpretación, los críticos han reclamado que Kant abandona la posibilidad de
que los Estados transfieran solo parte de
su soberanía al nivel federal del Estado de Estados. Ellos podrían renunciar sólo
a su soberanía en sus relaciones referentes a unos con otros, y ellos podrían
conservar soberanía en sus asuntos internos. Se dice que Kant ha estado bajo el
encantamiento de un prejuicio hobbesiano sobre la soberanía, un prejuicio que,
afortunadamente, es fácilmente evitado sin necesidad de algún cambio
estructural en la teoría política de Kant. La resultante (y supuestamente más
consistente) posición kantiana podría entonces propugnar por un Estado mundial.[21]
Me gustaría argumentar que la
contradicción está en otro lugar. Primero, es importante señalar que la segunda
objeción inquietantemente queda bien con la primera, aunque muchos
comentaristas mencionan ambas. Si Kant rechaza un Estado de Estados como una
contradicción en los términos, el argumento enfocado por la primera objeción
podría no ser solo malo sino también completamente superfluo. Si uno puede
mostrar que cuadrar un círculo es conceptualmente contradictorio, no es
necesario –de hecho es muy extraño- argumentar también que hay razones empíricas por las que las personas podrían
rechazar dibujar uno.
Aún más importante, Kant de hecho no escribe
que el concepto de un Estado de Estados sea contradictorio. Más bien, él afirma
que existe una contradicción entre el concepto de un Estado de Estados, por un
lado, y una “presuposición” fundamental del derecho internacional, por el otro.
Conceptualmente, un Estado de Estados constituye solo un Estado. Es una
presuposición del derecho internacional (derecho de gentes, derecho de los
Estados), sin embargo, que concierne a las interacciones de una pluralidad de
Estados. Como derecho internacional,
entonces, no puede ser fundamentado en el ideal de un Estado mundial de
Estados, porque si hay algo como un cuerpo político global, podría haber,
estrictamente hablando, solo un Estado, y entonces el derecho internacional no
podría ser aplicable. Similarmente, Kant inicia la discusión sustentada después
en Hacia la paz perpetua diciendo:
“La idea del derecho de gentes presupone la separación de muchos Estados
vecinos que son independientes los unos de los otros” (VIII, 367, véase también
XXIII, 168). En síntesis, cuando uno habla sobre el derecho internacional uno debería referirse a la regulación legal
de las interacciones entre una pluralidad de diferentes Estados, no las leyes
internas de un solo Estado mundial.[22]
Si este es el argumento de Kant, sin
embargo, uno podría objetar que él podría haber eliminado la contradicción
remplazando el “derecho de gentes” con algo como el “derecho de un Estado de
Estados”.[23]
Uno podría entonces considerar su misma suposición de que es importante
establecer el derecho internacional como una premisa cuestionable.
La respuesta de Kant se sitúa en su, a
primera vista, interesante observación, en la cita en el inicio de esta
sección, de que los Estados “no deberían fusionarse” (PP VIII, 354). Esta
creencia motiva su insistencia en el establecimiento del derecho internacional
(“derecho de los Estados”, como opuesto al establecimiento del “derecho de un
Estado de Estados”). Pero no es inmediatamente claro por qué los Estados no deberían fusionarse, especialmente dada la
convicción de Kant de que el Estado de Estados es exigido por la razón.
La razón de Kant para creer que los
Estados no deberían fusionarse no es que ellos deberían preservar su soberanía
sino que el tipo de fusión que él tiene en mente aquí es peligrosa. Él explica
su objeción a la fusión de los Estados afirmando que podría ser malo si los
Estados forman una así llamada “monarquía universal”. Por el último término él
quiere decir un imperio global que es formado cuando los Estados se “fusionan”
al ser absorbidos dentro de un solo Estado hegemónico fuerte (PP VIII, 367). Este tipo de gobierno mundial no
federal, establecido por un solo Estado imperialista que engulle a todos los
otros, conduce al “despotismo impersonal” y a la paz del cementerio (PP VIII,
367).[24]
La objeción de Kant a la formación de
una monarquía universal no implica el rechazo de un Estado federal de Estados.
En los pasajes bajo consideración, Kant explica su rechazo de la fusión de los
Estados en términos de su rechazo a la formación de una monarquía universal.
Ello no significa que él rechace el ideal de una federación global de Estados.
Si él se opusiera a cualquier transferencia
de soberanía externa, uno podría esperar que él criticara fuertemente la
creación de los Estados Unidos de América, lo cual él no hace (comp. MM VI,
350), y por supuesto podría ser extraño para Kant afirmar, como él hace
repetidamente, que el Estado de Estados es exigido por la razón. Sin embargo, como
Sharon Byrd ha señalado,[25] muchos comentaristas
erróneamente interpretan el argumento de Kant contra la “monarquía universal”
como un argumento contra todas las formas de gobierno mundial.
Así, Kant puede consistentemente
rechazar la “fusión” de Estados y aun defender el ideal de una federación
mundial. De hecho, en su visión, la separación inicial de los Estados,
reforzada por las diferencias en el lenguaje y la religión, impulsa el
desarrollo interno dentro de los Estados (también llamado por Kant ”cultura”),
y este desarrollo preparará a la humanidad para el futuro establecimiento de
una federación mundial del tipo correcto. Kant espera que el desarrollo
cultural dentro de los Estados conducirá a una “mayor unanimidad sobre
principios” (él presumiblemente quiere decir principios morales y
jurídico-políticos, incluyendo los principios del derecho internacional). De
acuerdo con Kant, este consenso incrementado sobre principios normativos
facilitará una paz no despótica en la que los pueblos (como los Estado) entren
voluntaria y autónomamente (VIII, 367). Una vez que la ilustración ha
progresado lo suficiente y el pueblo haya aprendido a ver más allá de sus
diferencias culturales y conseguido un entendimiento apropiado y respeto de los
principios universales de los derechos humanos, el republicanismo, y el derecho
internacional y cosmopolita, entonces
el momento estará maduro para la transición a una condición jurídica global.[26]
III.
Si la liga de Estados podría hacer una diferencia
Si nosotros tomamos a Kant para
respaldar el Estado de Estados solo después de que un cierto nivel de
desarrollo ha sido alcanzado, entonces se convierte en algo crucial determinar
cómo él concibe el rol de la liga en el desarrollo hacia una paz más segura. Él
claramente observa a la liga como una
promotora de la paz, pero es un punto de disputa en la literatura si de hecho
puede hacer eso.
La tercera objeción común contra la
visión de Kant sobre la paz (de acuerdo con la interpretación estándar) es que
la liga de los Estados no es capaz de hacer alguna diferencia práctica en la
promoción de la paz. La acusación es que si la liga es simplemente voluntaria y
no coercitiva, aquellos Estados que ingresarán podrían no iniciar la guerra en
cualquier caso, además, si estos Estados después cambian su posición y se
convierten en beligerantes, ellos simplemente renunciarán a la liga (como
sucedió con la Liga de Naciones durante la década de 1930).[27] Los Estados fuertes se
comportarán oportunistamente sometiendo los intereses de los Estados débiles a
los propios, utilizando la liga como un instrumento de política exterior cuando
les es útil, y renunciando o ignorando a la liga cuando no. Así, la liga no
añade nada sustantivo que vaya más allá de la simple intención subjetiva de los
Estados miembros de no iniciar la guerra y, por tanto, no hace nada para
promocionar la paz. Como Friedrich Gentz expuso en 1800: “un tratado libre
entre Estados será honrado simplemente siempre y cuando ninguno de aquellos
quienes lo han firmado posea tanto la voluntad como el poder para romperlo; en
otras palabras, siempre y cuando la paz, la cual el tratado debe establecer,
podría existir también sin él”.[28]
En ninguna parte Kant provee una
explicación detallada de cómo se supone que funciona la liga de Estados. Esto
es muy notable dado el rol crucial que él le otorga, y es difícil no estar de
acuerdo con Gentz cuando él se queja de esta falta de detalles.[29] Sin embargo, encontramos
el inicio de una explicación en Metaphysics
of Morals, y ello provee la descripción a grandes rasgos de una respuesta a
la tercera objeción.
En Metaphysics
of Morals, Kant concibe la liga en el modelo de un “congreso de Estados”,
donde los ministros de los tribunales y repúblicas presentan sus demandas y
reportes de hostilidades con el propósito de presentar sus conflictos a
arbitraje (MM VI, 350-51). La liga de Estados podría crear una estructura
institucional permanente para la mediación del conflicto, abriendo canales para
la comunicación y ofreciendo estructuras para un arbitraje y negociación
neutral que de otra manea no existirían o podrían haber sido organizado sobre
bases ad hoc.
Hay, entonces, una diferencia práctica
entre un mundo con una liga de Estados y un mundo sin ella, sin embargo el esbozo de Kant podría ser más
específico. La liga va más allá de un simple tratado para no iniciar la guerra.
Sin la liga, los Estados con conflictos tienen que superarlos entre ellos
mismos, y podrían fallar en buscar mediadores imparciales y en su lugar
recurrir a la violencia. Los Estados, como tercera parte, podrían ofrecerse a
sí mismos como mediadores, por supuesto, y Kant lo dice así en Hacía la paz perpetua, donde él señala
que porque una guerra podría bien ir contra los intereses de los Estados que
actúan como tercera parte, estos harían lo mejor que puedan para presentar un
acuerdo (PP VIII, 368). Para señalar que las negociaciones y la mediación
podrían también tomar lugar sin una liga de Estados, sin embargo, es mejor
subrayar que refutar el potencialmente útil rol de una liga. Esto no es decir
que la liga podrá ser siempre exitosa, como ya hemos visto admitido en el
indicio de Kant en la constante amenaza de hostilidades que podría existir
incluso con una liga (PP VIII, 357). Pero uno no debería llanamente descartar
el potencial de la liga como una estructura institucional para asistir a los
Estados a mantener la paz. Además, la Liga de las Naciones y las Naciones
Unidas han mostrado que tal liga puede incluir un buen acuerdo más que un
simple tribunal de arbitraje, incluyendo la regulación del comercio y leyes
laborales; financiamiento para el desarrollo económico y político; educacional,
científico e intercambio cultural, y más.
Tales consideraciones desplazan la
carga de la prueba sobre aquellos quienes insinúan que no existe valor, después
de todo, en la creación de canales para la negociación y la mediación (y
cualquier otra institución promotora de la paz que la liga podría proveer). Es
fácil, por supuesto, para Gentz y los escépticos posteriores, señalar los
fracasos de las ligas voluntarias para detener la guerra. Estos fracasos son
claramente visibles para todos. Pero para que la evaluación sea imparcial, los
escépticos necesitan tener en cuenta los ejemplos en los que la mediación de la
liga resolvió un conflicto que, de otra manera, habría resultado en guerra o en
el cual redujo la duración de la misma. La cuestión empírica no es si las
asociaciones internacionales voluntarias podrían por sí mismas poner fin a
todos los conflictos internacionales: Kant concuerda en que ellas no lo harían.
Más bien, la cuestión es si las instituciones mediadoras (aunque voluntarias)
pueden prevenir, posponer o mitigar conflictos en un modo que permita una
mejoría interna dentro de los Estados, y el desarrollo gradual hacia un mundo
más pacífico. Esta evaluación empírica de la eficacia de una liga de Estados es
considerablemente más complicada que lo que la crítica de Kant admite.
IV.
El proceso hacia la paz
La visión bien conocida de Kant es que
la paz existe en interés de todo Estado y que los Estados se sentirán obligados
a ingresar a una liga voluntaria fuera del puro egoísmo si no fuera de motivos
nobles. Subyacente a esta confianza está su suposición mantenida por largo
tiempo de que las consecuencias de la guerra eventualmente se volverán tan
costosas y destructivas que los Estados poseen un interés en evitar la guerra
(368). Aunque ellos inicialmente no quieren todavía renunciar a su soberanía a
un Estado de Estados, su egoísmo, sin embargo, los moverá a ingresar a una
liga.
Además el antiguo tema de que la paz
existe en interés de los Estados, Hacía
la paz perpetua expresa las convicciones más a fondo de Kant de que el
egoísmo mueve a los Estados internamente en la dirección de un gobierno
republicano (véase arriba, n.13), y que las repúblicas, en contraste con los
Estados despóticos, están naturalmente inclinadas a la paz. Esto es así porque
los gobernantes de los Estados despóticos fácilmente declaran la guerra, y
ellos podrían simplemente hacer que sus súbditos lleven las cargas de ésta. Los
Estados despóticos son, por lo tanto, más propensos a la guerra pero ellos
también probablemente sucumbirán desde dentro cuando aquellas cargas salgan de
control, como a la vista de Kant había sucedido en el Antiguo Régimen en
Francia. Una vez que ellos comienzan a derrumbarse, proveen oportunidades para
reformar, como Kant también piensa que había sucedido en Francia (MM VI, 341,
comp. TP VIII, 311). Por el contrario, el gobierno de una república, en el cual
los ciudadanos deciden por sí mismos si van a la guerra o no, es más pacífica.
Kant cree que los ciudadanos se darán cuenta de que las guerras ofensivas van
contra su auto-interés, y por tanto, que una república no iniciará una guerra.
Además, una vez que una república ha sido constituida, esto podría constituir
un punto de cristalización o ancla para una liga pacífica, Kant escribe,
expresa una visión optimista de las conquistas de Francia durante las guerras
revolucionarias (PP VIII, 351, 365-7). Así, él cree que hay varios factores que
mueven a la humanidad en la dirección de un republicanismo pacífico.
Sólo el egoísmo no es suficiente para
hacer a esta paz durable, y Kant es el primero en admitirlo así, mencionando la
constante amenaza del estallido de hostilidades que aquejan a la liga (357).
Una paz perpetua de verdad es una “tarea moral” y la paz es deseada “no sólo
como un bien físico sino también como una condición que surge del reconocimiento
del deber” (377), y sólo entonces puede las paz ser perfectamente perpetua.
Kant cree, sin embargo, que la liga de Estados hace una diferencia positiva, no
obstante quizás pequeña inicialmente, y que conforme avanza el tiempo ello
conducirá a más estabilidad.[30]
Iniciando con sus primeros escritos
sobre historia, la visión de Kant fue que al existir menos guerra entre
Estados, esto permitirá un mayor desarrollo político y moral dentro de los
Estados (comp. IUH VIII, 20-31; TP VIII 311-12, véase también abajo). Siempre y cuando los Estados tengan que
utilizar grandes cantidades de sus recursos para la protección contra las
amenazas de otros, ellos no pueden utilizar aquellos recursos, por ejemplo,
para mejorar la educación de sus ciudadanos. Además, la guerra y la amenaza de
la guerra tienden a limitar la libertad externa de los ciudadanos y desvía los
esfuerzos para mejorar el sistema político dentro del Estado. La ausencia de
guerra dejará libre recursos y posibilita un enfoque en el desarrollo interno
de las instituciones políticas republicanas (los kantianos actuales podrían
querer decir “democráticas”). Este desarrollo entonces reforzará el proceso de
paz y lo hará más seguro. El ideal detrás de esta convicción es que una
reducción de la guerra conduce al progreso político y moral dentro de los
Estados y que estos progresos contribuyen más, uno por vez, hacia la paz entre
Estados, y así sucesivamente.[31] Una vez que exista
acuerdo sobre principios normativos universalistas (como una constitución
republicana, derechos humanos, etc.), entonces un voluntariamente creado Estado
de Estados puede ser activamente perseguido.[32] Así, cuando los críticos
afirman que la teoría de la paz de Kant es problemática porque la liga de
Estados no durará,[33] ignoran el marco más
amplio de la visión de Kant de la historia, en la que el rol de la liga está
incrustado.
Como un paso final, una vez que la paz
legal es establecida, la perspectiva se abre para un mayor aprendizaje moral.
En un particularmente sobresaliente pasaje sobre la relación entre la Doctrina del Derecho y la Doctrina
de la Virtud, Kant escribe que cuando las leyes aseguran la libertad
externamente, la libertad interior (moralidad) “tendrá vida” y esto, uno a la vez,
aumentará la obediencia a las leyes. Así, la paz legal es hecha gradualmente
más segura porque el comportamiento pacífico ya no estará inspirado simplemente
por un egoísmo inquieto, pero es respaldado por disposiciones pacíficas:
“Una paz establecida firmemente,
combinada con la interacción entre las gentes [Menschen] está la idea a través de la cual solamente es posible la
transición de los deberes del derecho a los deberes de la virtud. Porque cuando
las leyes aseguran la libertad externamente, las máximas también gobiernan a
uno mismo internamente en concordancia con las leyes que pueden darle vida; y
al contrario, el último, a su vez, lo hace fácilmente a través de sus
disposiciones para una coerción legítima para tener una influencia, así que el
comportamiento pacífico [friedliches
Verhalten] bajo las leyes públicas y disposiciones pacíficas [friedfertige Gesinnungen] (terminarán
también la guerra interna entre principios e inclinaciones), esto es, la
legalidad y la moralidad encuentran en el concepto de paz el punto de suporte
para la transición de la Doctrina del Derecho a la Doctrina de la Virtud”.
(XXIII 354-5, Vorarbeiten a Metaphysics of Morals).
Nosotros encontramos esta visión del
desarrollo en muchos otros textos de la década de 1780 y 1790, (por ejemplo, el
ensayo de 1784: “Idea para una historia universal desde un punto de vista
cosmopolita”[34],
el tercer ensayo en “Sobre el dicho común”,
1793).
Los teóricos kantianos actuales no
comparten todos los detalles de las suposiciones teleológicas de Kant,
considerando el desarrollo histórico de la humanidad, pero aspectos
significantes de la visión están todavía presentes. Por ejemplo, Rawls sostiene
que cuanto más es observado el derecho de gentes, cuanto más toma lugar el
“aprendizaje moral”. Por eso él quiere decir un proceso psicológico por el cual
los pueblos tenderán a aceptar el derecho de gentes como un ideal de conducta y
transformar lo que una vez fue un simple modus vivendi en algo más estable.[35]
Uno podría preguntarse, si la
perspectiva del desarrollo de Kant no debilita indirectamente su propio
argumento para un Estado de Estados. Si el egoísmo conduce a la formación de
repúblicas, y si las repúblicas son naturalmente pacíficas, entonces podría
parecer que una liga de repúblicas podría siempre eliminar la guerra aún en la
ausencia alguna autoridad federal coercitiva. O, para colocarlo de modo
diferente, es confuso por qué la paz perpetua podría requerir un Estado de
Estados en lugar de una simple liga de repúblicas. La afirmación de Kant de que
las repúblicas son naturalmente pacíficas es a menudo citada en las teorías
contemporáneas de las relaciones internacionales, desde entonces Michael Doyle
mostró que está confirmado empíricamente cuando se reduce a la tesis de que las
democracias no hacen la guerra las unas a las otras (más que en la versión más
amplia de que ellos en general no inician la guerra).[36] Sobre las bases de esta
suposición, entonces, uno podría creer que una democratización global podría
ser suficiente para durablemente eliminar la guerra, como ciertamente Rawls
sostiene en El derecho de gentes.[37]
Kant tiene muchas respuestas a esta
cuestión. En primer lugar, una paz perpetua de verdad debería respaldase en
convicciones normativas apropiadas, no sólo por el hecho de que es en interés
de todos, porque una paz que está basada simplemente en el egoísmo no es
realmente segura.[38]
Además, el hecho de que los seres
humanos son libres, relacionado con
la propensión hacia el mal que está enrazada en la naturaleza humana, significa
que ellos en principio plantean una amenaza a la libertad externa de unos y
otros, y esta amenaza necesita ser contrarrestada con un sistema de leyes
públicas y coercitivas. Kant cree que este último punto también se sostiene en
el nivel de las interacciones entre Estados, como es claro en el pasaje citado
arriba en el principio de la sección II.
Finalmente, aún una general
“moralización”[39]
de la humanidad podría no hacer superfluo el Estado de Estados. Esto es claro
en el manejo de Kant de un problema relacionado con considerar al Estado. Kant
argumenta que el Estado es moralmente necesario aún para individuos “amistosos
y amantes de la justicia” (MM VI, 312). La razón para esto es presumiblemente
porque sus prejuicios no reconocidos y sus perspectivas unilaterales podrían
ser extrañas a las demandas de justicia o producir conflictos que necesitan
ser resueltos. Por tanto, la paz
verdadera requiere no sólo de la ausencia de hostilidades, sino también del
arbitraje legítimo de conflictos por una autoridad establecida por encima de
los individuos; el mismo argumento podría sostenerse en el caso de los Estados.
En Metaphysics
of Morals, Kant menciona el problema del tamaño (no el problema de los
Estados que nunca quieren ingresar) como fundamento para resolver que la perfecta
realización del ideal de un Estado de Estados es imposible. Haciendo eco de una
visión ampliamente sostenida, él escribe que si un Estado de Estados se vuelve
demasiado grande, se vuelve imposible gobernarlo y proteger a cada miembro;
pero si hubiera más que tal cuerpo único esto podría revivir la guerra, y por
lo tanto la paz perpetua es una “idea irrealizable” (MM VI, 350). Pero él no
abandona la idea, indicando que la “continua aproximación” es posible y un
deber (350). Así, aún si uno discrepa con la evaluación de Kant de que un Estado federal de Estados es
imposible por razones de tamaño, como algunos recientes comentaristas hacen,[40] uno no debería culparlos
de inconsistencia al haber renunciad al ideal sobre las bases de su
impracticabilidad.
V.
Kant y las teorías kantianas de las relaciones internacionales
El núcleo del argumento de Kant,
entonces, es que la completa realización de la paz perpetua requiere un Estado
federal de Estados respaldado por las disposiciones morales de los individuos
dentro de los Estados miembros, pero que este objetivo debería ser perseguido
mediatamente, a través del establecimiento voluntario de una liga, y no a
través de los intentos prematuros de institucionalizar un Estado de Estados
inmediatamente. Fuera de concernir a la protección de la autonomía, Kant
sostiene que el modo correcto de aproximarse al Estado de Estados es
desarrollar una liga de Estados primero. Los ciudadanos y los políticos deben
trabajar prácticamente hacia el establecimiento de una liga, pero el máximo objetivo que ellos
deben tener en mente al hacer eso es una situación en la que todos los Estados
se han convertido en repúblicas y sus ciudadanos se han ilustrado lo suficiente
para querer someterse a las públicas
y ejecutables leyes de un Estado republicano de Estados. Este ideal de una
completamente realizada paz perpetua podría bien permanecer fuera de alcance
–de hecho, Kant que lo hará- aún permanece para él como un ideal que uno puede
y debe esforzarse para que pueda ser aproximado.
La posición de Kant como fue
presentada aquí es así mucho más consistente y más matizada de lo que es generalmente pensado.
Él falla en proveer suficientes detalles considerando la estructura preferida
de la liga y el Estado federativo de Estados, sin embargo, y considerando la
cuestión de cómo uno determina si la época es madura para desplazarse de una
liga a un Estado federativo de Estados. En un momento dado, Kant espera que el
proceso hacia el Estado de Estados toma miles de años (Lectures on Anthropology XXV, 696-7), y, por tanto, él podría haber
visto al segundo problema en particular como no apremiante. Los teóricos
kantianos actuales han desarrollado explicaciones para modificar este déficit,
teniendo en cuenta los logros reales y desastres reales de los pasados cien
años. El mundo actual es muy diferente del que Kant tuvo en mente. Existe ya
una liga de Estados, compuesto de la vasta mayoría de los Estados en del mundo.
Las Naciones Unidas ciertamente tienen sus problemas, como Kant pudo esperar,
pero también puede presumir de éxitos importantes. Además, en aspectos
significativos el mundo ya está involucrado en un proceso de transición hacia
estructuras más vinculatorias (como evidenciaron, por ejemplo, instituciones
tales como la Corte Penal Internacional y la Organización Mundial de Comercio,
y el hecho de que los Estados pueden ahora ser castigados por violaciones a los
derechos humanos). Cualquier apropiación de la teoría de la paz de Kant
necesita tomar estas circunstancias transformadas en consideración, como la
mayoría de teóricos kantianos están bien conscientes.[41] Si mi interpretación es correcta, sin embargo,
el propio argumento de Kant no es sólo compatible con estos desarrollos sino
también sugiere algunas enmiendas interesantes a las actuales teorías kantianas
de la paz. Voy simplemente a dar aquí algunos indicios. No aspiro a defender
una postura kantiana per se sino sólo mostrar cómo las teorías kantianas
podrían ser afectadas si uno toma en cuenta los argumentos de Kant como se
presentaron en este ensayo.
Aquellos quienes, como Rawls, rechazan
cualquier tipo de gobierno mundial no pueden justificar más su visión apelando
a Kant. Rawls ahora carece de un
argumento para el rechazo del ideal de una república mundial del tipo que Kant
sostiene como un ideal. Las razones que Rawls aduce para motivar su rechazo de un
gobierno mundial en general y que él toma prestado de Kant son, de hecho, para
Kant, simplemente las razones para rechazar un Estado hegemónico (esto es, una
“monarquía universal”, véase arriba). Aunque esto por supuesto no significa que
un rawlsiano no podría construir un argumento para rechazar el ideal kantiano,
por lo menos existe una necesidad de mayor discusión.
Mientras la teoría de Rawls “hace
espacio para varias formas de asociaciones cooperativas y federaciones entre
gentes” (Rawls 1999: 36), una federación mundial de Estados explícitamente no
es parte del ideal, y los pueblos permanecen “libres e independientes” (p. 37).
La utopía realista que él esboza incluye lo que él llama una simple
“confederación” de Estados independientes (“gentes”, en su terminología), y
cuando Rawls menciona la posibilidad y aceptabilidad de Estados ingresando
juntos para formar federaciones, él siempre habla de tales federaciones en
plural (p. ej., p.70). A la luz de la teoría de Kant como es interpretada
arriba, lo que está ausente aquí es el ideal
de un legítimo y ejecutable arbitraje global de los conflictos. Rawls cree
que la falta de ejecución del derecho de gentes no es un problema, porque en la
utopía realista, como él la concibe, los miembros de la confederación no
tendrán razones para comenzar la guerra entre ellos (p. ej., p. 9, 19). Sin
embargo, como observamos arriba, en la visión de Kant una “liga de repúblicas”
no es suficiente, porque aún los pueblos obedientes de la ley podrían
encontrarse a sí mismos en desacuerdo sobre asuntos importantes y, por tanto,
en necesidad de un legítimo y ejecutable acuerdo de sus disputas. Así, Rawls
aún enfrenta el problema de que si la confederación que él concibe árbitra en
un modo vinculante y ejecutable, esto disminuye significativamente la
independencia de los Estados constitutivos y hace que la confederación asuma
características de un federación después de todo; si, por otra parte, si no
arbitra de tal modo, no existe un mecanismo para resolver disputas entre los
“pueblos-bien ordenados”.
Además, la interpretación aquí
propuesta también muestra que los teóricos kantianos consistentes no necesitan
y no deberían aceptar la visión de que los Estados deberían ser obligados en un
Estado federativo mundial. De hecho, la interpretación aquí propuesta delinea
una tercera respuesta kantiana (la respuesta de Kant) al dilema tradicional del
orden global, concretamente, el dilema de que sin un gobierno mundial uno no
puede remediar los males de la anarquía sino que con él uno enfrenta el riesgo
de un despotismo mundial. Esta respuesta, además, muestra que Kant toma el
riesgo del despotismo muy en serio.
Para aquellos que aun defienden el
ideal de estructuras políticas parecidas al Estado en el nivel global pero que
se mantienen alejados la visión de que estos deberían ser establecidos
coercitivamente, la posición de Kant sugiere un enfoque incrementado en el
surgimiento apropiado de estas estructuras y su legitimidad democrática. En
esta conexión es interesante que en su más reciente obra, Habermas se distancia
él mismo de su posición de 1995 mencionada al inicio de este ensayo. Su enfoque
ya no es producir estructuras políticas como el Estado a nivel global. Él ahora
cree que hacer eso es imposible debido a la ausencia de una consciencia
cosmopolita por parte de las poblaciones de los Estados del mundo. De hecho, él
ahora cree que un Estado federativo mundial nunca
es posible, sobre el fundamento de que la integración política exitosa requiere
de un tipo particular de identidad colectiva, y una identidad colectiva particular nunca podría estar disponible
en el nivel global. Sólo la moralidad universalista podría estar disponible
para motivar a los pueblos a actuar como ciudadanos del mundo, y como un asunto
de un hecho psicológico empírico, Habermas afirma, que esto no es suficiente.
Lo que entonces queda es la promoción de una “política doméstica mundial sin un
gobierno mundial” (Weltinnenpolitik ohne
Weltregierung). Habermas sugiere que un arreglo dinámico de procesos y
organizaciones democráticas deliberativas en el nivel nacional, internacional
y trasnacional puede incrementar
enormemente el nivel y la legitimidad de una regulación vinculatoria
concerniente a asuntos de interés mundial. Así, es posible continuar la transformación
del derecho internacional en un orden cosmopolita (un proceso que Habermas
reconoce ya en progreso) sin conducir a un gobierno centralizado mundial.[42]
El movimiento de Habermas hacia la
visión de las actitudes de las
poblaciones del mundo como un factor crucial en la evaluación de la viabilidad
del Estado federativo de Estados es muy conforme con los argumentos de Kant
presentados arriba, especialmente con el énfasis de Kant sobre la importancia
de los pueblos queriendo ingresar.
Pero en lugar de hacer este movimiento sobre las bases de una apelación a la
psicología empírica y una evaluación de que una organización política mundial
estructuralmente siempre carecerá de suficiente legitimidad para más que un rol
muy elemental, Habermas podría sugerir acercarse más estrechamente sobre Kant
para revisar esto en un argumento más fuerte. Una visión más fuerte podría ser
algo como la visión de que cualquier expansión del alcance y poderes de las
instituciones reguladoras globales existentes actualmente (tal como las
Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio), o el establecimiento de
unas adicionales, podría continuar sólo a través de procesos completamente
democráticos. Ciertamente, lo que sugiere el argumento de Kant, como fue
presentado en este ensayo, es que este es el único modo de asegurar la
legitimidad de tales estructuras políticas globales. Incluso si los Estados de
este mundo podrían no (o no aún) querer sacrificar su soberanía externa
sujetándose a sí mismos al sistema político mundial, hay aún mucho que puede
ser hecho para mover en la dirección
de un gobierno mundial legítimo. Un completamente legítimo gobierno mundial
podría permanecer fuera de alcance. La medida en que la voluntad cosmopolita
necesaria y la consciencia de parte de la población mundial actualmente en desarrollo,
sin embargo, y por tanto, la medida en que un orden legal global no despótico
puede ser realizado, no deberían estar limitados en el avance de fundamentos de
psicología empírica, sino que puede ser tratado mejor, de una manera kantiana
distintiva, como una cuestión abierta.
Las ideas expresadas en esta sección
final, no obstante, es sólo unas pocas sugerencias tentativas en cuanto a cómo
la reinterpretación de la teoría de la paz de Kant que propongo en este ensayo
podría afectar a la teoría política kantiana. En el contexto presente, no puedo
discutirlos en suficiente detalle ni tampoco hacer justicia aquí a la
complejidad de la teoría política kantiana actual. Sin importar si estas
especulaciones son plausibles, ellos no deberían desviar la atención de la
tesis principal de este ensayo: que el argumento de Kant para la liga de
Estados es diferente y mucho más consistente de lo que usualmente es pensado.
De acuerdo con Kant, la creación de una liga de Estados no es en sí mismo el
ideal definitivo. Más bien, ello constituye un primer paso importante en el
camino hacia una aun mayor regulación trasnacional de la interacción entre
Estados, un proceso que debería ser guiado por el ideal de un global Estado
federativo de Estados.[43]
Pauline Kleingeld
Department of Philosophy
Campus Box 1073
Washington University in St. Louis
St. Louis, MO 63130
USA
pkleinge@artsci.wustl.edu
Notas
[1] European Journal of Philosophy 12:3 ISSN
0966-8373 pp. 304-325. Blackwell Publishing Ltd. 2004. 9600
Garsington Road, Oxford, UK.
[1]
Rawls 1999: 36. Impresionantemente, a menudo Rawls escribe que él “está
siguiendo la guía de Kant”, respaldando lo que él observa como el rechazo de
Kant un gobierno mundial (p. 36) y el
argumento para la foedus pacificum
(por ejemplo: pp. 10, 19, 21, 22, 54).
[2]
Habermas 1997: 114-126. En el más reciente alejamiento de Habermas de esta
posición, véase la sección V abajo.
[3]
Por ejemplo, Allen Wood afirma que el argumento de Hacia la paz perpetua podría parecer demandar un Estado de Estados,
pero que la explicación está repleta de perplejidades. Similarmente, Thomas
Pogge llama a la explicación de Kant “extremadamente inestable” y retrata a
Kant como experimentando con un argumento después de otro sin desarrollar uno
sólo exitosamente, tratando de evadir la demanda de un Estado mundial con la
que su teoría se compromete. Pogge 1988: 427-433; Wood 1995: 11. Véase también,
Carson 1988; Cavallar 1999: 123; Dodson 1993; Habermas 1997; Höffe 1995 y 1998;
Lutz-Bachmann 1997.
[4]
Carson 1988: 177, 202; Guyer 2000: 416; Kersting 1996.
[5]
Esta crítica fue formulada tempranamente en 1800 (véase Gentz 1800). Compárese
también Habermas 1997: 117-8.
[6]
Hay pocos autores quienes han (correctamente) argumentado que Kant defiende el
ideal de un Estado de Estados, pero ellos van demasiado lejos en la otra
dirección, diciendo que la “impresión” que Kant “ve a favor de la liga de
naciones” es “engañosa”. Argumentando que Kant defiende un Estado de Estados en
lugar de una liga de Estados estos
autores tienden a apelar a que ellos creen que podría ser congruente para Kant
decir, menos de lo que él dice. Compárese Byrd 1995: 178-9; Axinn 1989: 245-9.
[7]
Sigo la práctica común y traduzco el “Recht” de Kant, en este contexto, como
“derecho”, indicando que éste no connota una afirmación legal sino una completa
condición de legalidad externa (aquí legalidad “externa” en contraste a la
“interna” legalidad moral).
[8]
En “Sobre el dicho común”, Kant
explica su terminología: “in thesi” significa “en la teoría”, “in hypothesi” es
equivalente a “en la práctica”, TP VIII 276. Sobre la interpretación de los
Estados del derecho internacional como un derecho a permanecer en el estado de
naturaleza, véase los Vorarbeiten de Hacia la paz perpetua, XXIII, 169.
[9]
La formulación de Dodson es representativa: “Este argumento, sin embargo,
explícitamente acepta la subordinación de consideraciones de justicia a juicios
empíricos de lo que es razonable en el futuro cercano…llevando lejos este
argumento, Kant sucumbe a la misma debilidad de la que él tan a menudo nos
previene en contra –dejándonos solamente con un arreglo “sustituto” para que
así algo pueda ser salvado” (Dodson 1993: 7).
[10]
En los comentarios al tercer artículo definitivo, VIII, 358. Anteriormente en
el texto, Kant hace claro que una liga de Estados podría no tener leyes
públicas, por tanto esta cita sugiere el ideal de un Estado de Estados.
[11]
Véase nota 3 arriba.
[12]
PP VIII, 373, nota.
[13]
Véase el famoso pasaje en el que Kant enuncia que el problema para la creación
de un buen Estado puede ser resuelta “incluso para un pueblo de demonios
(solamente si ellos poseen entendimiento)” PP VIII, 366.
[14]
Esto es sugerido por Geismann 1983: 367.
[15]
Uno podría querer disentir con las fuertes conclusiones no-intervencionistas
que Kant esboza desde esta línea de razonamiento, pero el razonamiento en sí
mismo no necesita ser leído como flagrantemente inconsistente. Para una crítica
al no-intervencionismo de Kant, véase Tesón 1991: 67-8.
[16]
Carson 1988: 211. El gobierno mundial podría tener “fuerzas militares
suficientes para desmantelar y derrotar a cualquier ejército nacional en el
proceso de su creación (185- nótese también la “red de inteligencia de amplio
alcance” del gobierno mundial, y el supuesto de Carson de que uno puede
prevenir una toma de poder militar justo teniendo leyes contra este, 203-4).
Compárese también Axinn 1989: 249: “Nosotros podríamos usar la violencia para
obligar a la afiliación en una federación internacional. Las cosas se ven
totalmente no kantianas, aun tenemos simplemente que encajar las propias
posturas de Kant”.
[17]
Los comentaristas quienes critican la defensa de Kant de una liga de Estados
sobre los fundamentos de que la liga probablemente tenga muchos defectos y
quienes argumentan que sólo un Estado de Estados podría ser capaz de resolver
estos problemas a menudo pasan por alto el hecho de que el Estado de Estados en
sí mismo, si es perseguido en lugar, es probable que también sea defectuoso.
[18]
Este comentario indica que el término “Völkerbund”
en sí mismo es neutral en cuanto a si la institución tiene el poder de ejecutar
sus leyes, o no (compárese, Idea, VIII, 24 línea 23-28), donde el término es
claramente utilizado para referirse a una unión federativa internacional con
leyes públicas obligatorias y la autoridad para ejecutarlas). Esta neutralidad
es difícil de preservar en la traducción inglesa. “Federación” tiene las
connotaciones de un gobierno centralizado fuerte; “liga”, por el otro lado,
sugiere una asociación libre. He traducido “Völkerbund” como “liga de pueblos”,
en cualquier sitio es claro que Kant está hablando de una asociación voluntaria
con poderes coercitivos, pero en este caso particular parece bien señalar la
ambigüedad en el término. La misma ambigüedad es encontrada en el uso de Kant
de las versiones latinas del término, por ejemplo, el “federalismo” mundial en
el segundo artículo definitivo de Hacia
la paz perpetua. Aquí también, sin embargo, el amplio contexto desvanece su
ambigüedad.
[19]
Véase arriba, nota 4.
[20]
Kant: Political Writings: 102.
[21]
Kersting 1996: 437-8.
[22]
Aquí el argumento de Kant enfatiza una vez más que el término “pueblo” debería
ser interpretado en el sentido político. Después de todo, si el término es
usado en el sentido nacionalista uno podría fácilmente concebir un Estado
compuesto de múltiples pueblos.
[23]
Véase MM VI, 311, donde Kant mismo utiliza el término (Völkerstaatsrecht).
[24]
Sobre el concepto de “monarquía universal” en la discusión del siglo dieciocho,
véase Cavallar 1992 y Brosbach 1998.
[25]
Byrd 1995: 186-87, n. 58.
[26]
Esta visión desarrollista también subyace en la visión de Kant en la Religión, donde él advierte contra “la
prematura y, por tanto, (porque ella viene antes de que el pueblo devenga
superior moralmente) perjudicial fusión de Estados” (Rel VI, 123n.); compárese
“Probable inicio de la historia humana”
VIII, 121. Para una discusión del intento de Kant para reconciliar las
diferencias nacionales con la unidad global, véase McCarthy 1999.
[27]
Véase también Habermas 1997: 117. A pesar de los muchos paralelos que de hecho
existen entre la liga propuesta por Kant y la Liga de las Naciones del sigo
veinte, uno no debería olvidar que la última falló en seguir el propósito de
Kant en aspectos importantes, por ejemplo, debido a que sus miembros no
renunciaron a sus ejércitos permanentes.
[28]
Gentz 1800: 479.
[29]
Ibíd., 478, n.
[30]
Este papel de la liga es insinuado por Pogge 1988: 430 y Cavallar 1999, cap. 8.
[31]
La perspectiva desarrollista aquí también explica por qué Kant no discute el
problema de que los miembros de un Estado
de Estados podría decaer de regreso a la hostilidad. Sobre los fundamentos y el
estatus epistemológico de la creencia de Kant en el progreso, véase Kleingeld
1995.
[32]
PP VIII, 367. Esta es también la interpretación de Fichte, en su revisión de Hacia la paz perpetua. Fichte presenta
la visión de Kant como siendo que la liga es simplemente una etapa intermedia
en el camino de un Estado de Estados. Fichte (1971): 433.
[33]
Esta crítica encuentra también su formulación clásica en Gentz 1800: 478.
[34]
De acuerdo con “Idea para una historia
universal”, el desarrollo del uso de la razón, sobre el cuso de la historia
humana, culmina en la auto-transformación de la sociedad en una comunidad
moral. La paz que fue inicialmente establecida fuera del auto-interés puede eventualmente
respaldada por razones morales y de este modo hacerla durable. Sobre la
coherencia de la noción de Kant del desarrollo moral, véase Kleingeld 1999.
[35]
Rawls 1999: 44-45.
[36]
Doyle 1983 y 1993.
[37]
Rawls 1999: 8.
[38]
Véase también la explicación de Paul Gruyer de por qué una república no es
suficiente para la paz en Guyer 2000: 415- 420.
[39]
Este es un término utilizado por Kant, compárese C1, A748/ B776; IUH VIII 26.
[40]
Véase Dodson 1993: 8, con una apelación a los desarrollos tecnológicos; Axinn
1989: 248.
[41]
Véase especialmente Habermas 1997.
[42]
Véase Habermas 2001: 110-1.
[43]
Me gustaría agradecer a Joel Anderson, Eric Brown, Larry May, Sarah Holtman,
Thomas Pogge y Allen Wood por sus útiles comentarios sobre el borrador previo
de este artículo. Me gustaría agradecer también a Philip Rossi por sus
comentarios valiosos sobre una versión más corta de este artículo, presentada
en la reunión de la División Central de la APA, 2003.
Referencias
Las referencias son de Kants Gesammelte Schriften, editados
bajo los auspicios de la Real Academia Prusiana de las Ciencias (Berlín:
Walter de Gruyter, 1902- ). Las
referencias a la Crítica de la razón pura
enumerarán los números de página de las ediciones A y B. Las traducciones
son mías. Abreviaciones: C1: Critique of Pure Reason; IUH= Idea for a Universal
History from a Cosmopolitan Point of View; MM= Metaphysics of Morals; PP=
Perpetual Peace; Rel= Religion within the Limits of Reason Alone; TP= On the
Common Saying: This May Be True in Theory But It Does Not Apply in Practice.
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